jueves, 7 de febrero de 2008


Yo siempre he tenido sobrenombres (me carga empezar a escribir con "yo", lo lamento). El primero y más eterno me lo pusieron en kinder a pito que cantaba igual que una famoso marioneta italoargentina de fines de los ochenta, el Topo Gigio. Yo no recuerdo haber sido fanática de él, lo veía como veía la Xuxa, o a Nubeluz, pero bastó con que un día, lo imitara para que mi identidad civil pasara a la historia y me convirtiera en La Topo. No Topa. Topo.

Nunca me ha molestado, pero siempre he tenido que andar explicando el origen del apodo. Es tanto, que con el tiempo, a la inevitable pregunta, respodnía un escueto: " porque cuando chica cantaba como el Topo Gigio". No sé que más preguntas se le pueden hacer a alguien que asume semejante bochorno. Nunca me complicó mi apodo porque prefería ser la Topo, que ser otra Daniela. Hace poco un profesor, en un examen oral me preguntó: ¿Por qué todas las niñas de tu generación se llaman Daniela?. O sea, ¿cree que no se lo he preguntado a mis papás?. Le dije que creía que la responsable era Daniela Romo, a lo que el respondió un simple "ahhh...". Y después pasó a preguntarme que era el innatismo.

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